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  • Foto del escritorMarie M. Griffin

Quiero procurar el plan A

En estos días, he estado meditando y reflexionando acerca de la misericordia de Dios. Casi podríamos decir que esta frase forma parte del léxico evangélico y yo, en lo personal, la uso en mis conversaciones diarias. Tal vez lo haga más de lo que me doy cuenta, aun sin que me percate de la profundidad del asunto.


Este tema suele ser de gran popularidad en los púlpitos dominicales, en los estudios bíblicos y hasta en los debates casuales. En mi caso, no hay algo que pueda agradecer más que la grande e inagotable misericordia de Dios. Soy más que consciente de que mi mente finita no alcanza a comprender la profundidad de lo que es su misericordia y lo que representa para la vida del creyente. Doy gracias a Dios por eso y me pregunto: «¿Dónde estaría yo hoy sin ese regalo maravilloso?».


Al volver la vista atrás, puedo recordar muy bien, y quizá con cierta nostalgia, las tantas veces que Dios me indicó con claridad el camino a seguir o me instruyó para que no hiciera algo específico. Asimismo, también recuerdo las veces que no fui obediente y que, luego, me estrellaba contra el piso y tenía que experimentar las consecuencias. En esos momentos, la misericordia de Dios siempre entraba en acción. Por eso no tardé mucho en reconocer que he vivido bajo la misericordia de Dios toda mi vida.


Hay una frase popular que dice: «Siempre hay un plan B». Al parecer, esto lo he tomado muy a pecho, pues los planes B han conformado mi caminar. Sin embargo, no es de los grandes planes B de Dios en mi vida que quiero hablarte. Quiero hablarte de un plan A, el que se diseñó contigo y conmigo en mente… ¡y es el plan que Dios tiene para ti y para mí!


Porque yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes —afirma el Señor—, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza. Jeremías 29:1

Cuando leí este pasaje, sentí un profundo deseo de ir en busca de esos planes. Incluso me reprochaba que hubiera desperdiciado tanto tiempo y atravesara tantas desventuras. Por lo tanto, me propuse no conformarme con un plan B… ¡pues yo solo quiero el plan A de Dios! Al mirar a los que me rodean, veo que gran parte de mis amigos y familiares, y hasta yo misma, nos hubiéramos ahorrado muchas lágrimas, tropiezos y retrasos en el plan de Dios si solo hubiéramos sido pacientes y hubiéramos esperado en Él. Estoy consciente de que Dios se seguirá glorificando con Sus maravillosos Planes B, pero si pondré todo mi empeño en que cada día sean menos y menos. Dios es soberano y su plan se llevará a cabo a pesar de nuestras desobediencias. Así lo dice el libro de Proverbios:

El corazón humano genera muchos proyectos, pero al final prevalecen los designios del Señor. Proverbios 19:21


No podemos negar la realidad de que no todos tenemos una segunda oportunidad en la vida, ni que en todas las circunstancias tenemos una segunda posibilidad. En cambio, Dios se glorificará… ¡de manera absoluta!


La verdad es que me pregunto: «¿Por qué me tomó tanto tiempo darme cuenta de este principio tan sencillo?». Bueno, aquí es donde se aplica esta segunda oportunidad. Así que escojo, de forma voluntaria, el plan A de Dios. No dudo que en mi caminar todavía me tropiece con circunstancias en las apelaré a su misericordia, pero de corazón deseo buscar ese maravilloso y perfecto plan que Dios diseñó para mí…


Amigo lector, mi desafío hoy para ti es a que tomes la misma decisión que yo: ¡Procura el plan A de Dios y no te conformes con menos de eso! Nos evitaremos mucho dolor, además de agradar a Dios.

Dame entendimiento para seguir tu ley, y la cumpliré de todo corazón. Salmo 119:34

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