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  • Foto del escritorMarie M. Griffin

Ser un buen comunicador es responsabilidad de todos

Es evidente que Dios ha dotado a algunas personas con dones especiales como es el «don de la comunicación». Sin duda, este «don» trae consigo una seria y profunda responsabilidad para los que estamos en los medios.


El poder que se les da a los medios es más serio y significativo de lo que pensamos o, a veces, damos crédito. Me maravillo al ver amigos que tienen la capacidad de plasmar en una hoja de papel un simple pensamiento y convertirlo en una cautivante historia. Tienen el poder de transmitir un mensaje y enamorar a las masas, o simplemente transmitir una noticia de manera estelar. Su desenvolvimiento ante el micrófono o las cámaras de televisión es tan natural que se convierte en magistral… En el medio cristiano contamos con grandes profesionales de la comunicación, cuyo compromiso va más allá de una profesión. Su deber es comunicar de forma intrínseca el mensaje alineado con la verdad.


Los comunicadores por profesión tienen a su disposición una audiencia ya casi garantizada. Saben lo que hacen y lo hacen bien, pues es su profesión. Sin embargo, creo que «todo creyente» tiene, de una manera u otra, un círculo de influencia en el que afecta de modo consciente o inconsciente. Por consiguiente, es imperativo convertirse en un comunicador intencional. Pastores, líderes y hasta miembros de la iglesia tienen a su disposición, o son parte activa, de medios de comunicación con blogs, Internet, radio y televisión. Están comunicando «el» mensaje constantemente.


Comunicar, en efecto, requiere destreza y valor, sobre todo cuando se comunica un mensaje poco popular… El punto clave es saber cómo hacerlo con eficiencia, a fin de lograr un entendimiento común. Entonces, ¿cómo codificamos este mensaje en nuestro cerebro para luego transmitirlo de manera simple, entendible y adecuada? ¿Hasta dónde agregamos nuestro carácter y nuestra personalidad en el mensaje? ¿Cómo logramos cautivar la atención del receptor? Estas son preguntas que el comunicador «intencional» debe considerar muy en serio y procurar ilustrarse al respecto.


El año pasado tuve la maravillosa oportunidad de escuchar a todos los conferenciantes que participaron en la cumbre de ComunicadoresUSA, dentro del marco de Expolit. Era la primera vez que organizábamos esta cumbre y no sabíamos en realidad cuál iba a ser la respuesta. La asistencia superó nuestras expectativas, pues de todas partes del mundo llegaron comunicadores amigos. Es más, profesionales de renombre formaron parte de la lista de invitados y el espíritu de camaradería reinaba sin duda alguna. Todo esto fue maravilloso… Sin embargo, lo que en verdad me impresionó mientras estaba sentada escuchando y tratando de absorber todo lo posible era que estaba «participando de un curso intensivo» con los mejores.

La oportunidad que ComunicadoresUSA le brindó, y le brinda, a «TODO» comunicador, al profesional innato y al intencional, es invaluable. Todas las preguntas que mencioné en mi párrafo anterior recibieron una adecuada respuesta… ¡aprendí muchísimo! Mi reto a cada creyente que tiene acceso a los medios es a que procure ser un «buen comunicador» de manera intencional.


«Ninguna palabra torpe salga de vuestra boca, sino la que sea buena para edificación, para que dé gracia a los oyentes » (Efesios 4:29, rva).


Marie Tamayo

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