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  • Foto del escritorMarie M. Griffin

El flagelo de la depresión

La noticia del pastor Jarrid Wilson (@jarridwilson) me dejó con el corazón abatido, y con una tristeza profunda y difícil de disipar. Recordé cuando mi pequeña Stephy se me acercó en unos de esos fines de semana oscuros donde la depresión y los deseos de morir me habían atado a la cama por dos días. ¡Imagínate! Me dijo: «Mami, tengo hambre. Me haces un tetero». Ese fue mi momento… el momento en el que entendí que la depresión no podía llevarse mi vida ni lo mejor de mí. Dios me necesitaba para criar a mi hija y llevar a cabo su propósito. Sin embargo, no fue cuestión de levantarme y ya pasó el asunto.


Así que me pregunto: «¿Cuántas veces Jarrid se habrá sentido así? ¿Cuántas veces se habría querido levantar y otras fuerzas lo tumbaban una y otra vez? ¿Cuántas veces lloró por no poder superarlo?». Yo estuve allí, hubo un período en mi vida donde me sentía tan deprimida que lo único que deseaba era morir. Estaba siempre detrás de las cámaras y en las plataformas de Expolit con una sonrisa en el rostro, pero cada paso que daba estaba rodeado por una nube gris de tristeza y depresión que me acompañaba. Las personas que me han conocido por años y leyeron el capítulo de mi libro donde hablo de la depresión… me comentan asombradas: «¿Cómo? ¿Cuándo? ¡Tú siempre tan alegre!».


Lo cierto es que, quienes de alguna manera estamos en el «centro de atención», llegamos a fingir de manera bienintencionada que todo nos va bien en la vida, pues creemos que tenemos la responsabilidad ante el mundo de dejar «bien parado» a Dios al vivir lo que predicamos. En cambio, lo que más bien le interesa a Dios es sacarnos del hoyo, así que viene a nuestro rescate en esos momentos donde nuestras fuerzas humanas se agotan por completo. En algunos casos, la depresión es pasajera y circunstancial. En otros, es prolongada y a menudo una condición psicológica que hay que atender con urgencia. ¡Cuidado con emitir un juicio! aun a sobre quienes han terminado con sus vidas. Esa triste parte déjasela a Dios.

En su momento, recibí el tratamiento de un médico que Dios puso en mi camino. Este proceso fue muy… pero muy privado. «¡Líbreme Dios que se enteren!», decía en ese entonces. Sin embargo, ¿sabes qué? Este triste episodio tendrá frutos. La conversación continuará, más personas se levantarán para hablar del tema y crear conciencia.


La depresión clínica es una enfermedad grave y común que nos afecta a cristianos y no cristianos, ricos y pobres, hombres y mujeres. ¡No discrimina a nadie! Nos afecta de manera física y mental en nuestro modo de sentir, actuar y pensar. Algunos casos, actuar de manera irracional. Estar deprimido no te hace menos cristiano. En realidad, tener a Dios de tu lado te hace más poderoso y te da la certeza de que en Él hay esperanza.


Y sí, Dios está interesado en ti, en tu vida, en tu caminar… ¡y te necesita para su gran propósito! Por favor, no guardes silencio, ¡busca ayuda!


Al SEÑOR esperé pacientemente, y El se inclinó a mí y oyó mi clamor. Me sacó del hoyo de la destrucción, del lodo cenagoso; asentó mis pies sobre una roca y afirmó mis pasos. Puso en mi boca un cántico nuevo, un canto de alabanza a nuestro Dios; muchos verán esto, y temerán, y confiarán en el SEÑOR. Salmos 40:1-3

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